He regresado sin nunca haberme ido.
Nos elevamos otra vez y ya no siento que mi estómago se queda en tierra mientras el resto de mi cuerpo literalmente vuela. Veo la ciudad mientras esta se va haciendo más pequeña y me concentro en la sombra del avión que se proyecta sobre las nubes, parece un pescado sin duda, así es como lo describe a veces mi padre.
Vista de la ciudad de Lima - Aliam Mocce |
Me he quedado melancólica después de terminar "El olvido que seremos", no sólo por el libro en sí sino porque me hizo revivir muchas cosas, sentimientos que pasan dormidos buena parte del día, incluso de la semana y el mes. Hace unas horas esos sentimientos han provocado turbulencias que se van atenuando a medida que el avión avanza. Después de esta "introducción aérea" les comento de este libro.
COMO "DESCUBRÍ" EL LIBRO
Descubrí el libro por el día del padre, que en Perú se celebra el tercer domingo de junio, mi primo quién leía el libro por esos días publicó en su muro el siguiente texto que publiqué en la página de facebook ese mismo día, me quedé tan impactada por la descripción del amor por un padre que decidí leerlo, le escribí a mi primo para que me lo prestara, quien me lo trajo en uno de sus viajes hasta mi ciudad, y así es como pude viajar y conocer a Héctor Abad padre, a través de las palabras de su hijo.
DE QUÉ TRATA
Héctor Abad, hijo, es quien escribe este hermoso relato dedicado a la vida y también la muerte de su padre, el doctor Héctor Abad, quien desde sus cargos que en su mayoría fueron de docencia universitaria, fue un luchador social imparable, preocupado por la realidad socio económica de quienes menos recursos tenían, evidenciando que las principales consecuencias era el padecimiento de muchas enfermedades. Se preocupó por estudiar y difundir la prevención antes que la cura.
La vida de este doctor se basa en días de lucha en favor que los más necesitados. Pero el relato va más allá, abarca ese entorno familiar, describe las creencias y vivencias de toda una familia muy unida pero tuvo que conocer la muerte de una manera demasiado dolorosa, la muerte que llegó precedida de anuncios claros, pero que la familia se negaba a aceptar, ¿y quién puede dar por cierto ese aviso, ese cruel aviso de que quién amas con locura, morirá pronto? Pues nadie creo yo, así como ellos padecieron por ese dolor, miles de familias colombianas lo padecieron.
Les dejo un texto más que ojalá les anime a leer el libro, pero más aún a hacer eso que nos diferencia de los animales.
MI OPINIÓN
Al principio el libro me sedujo, pero mientras fui avanzando el autor se refería a muchas de mis creencias como faltas de fundamento para resumir la idea en pocas palabras. Como lectora he aprendido que mi mente debe estar abierta a las ideas de los demás, así que me di un tiempo casi a mitad de libro para seguir leyéndolo, no quería renunciar a la lectura sólo por no estar de acuerdo con muchas acepciones del autor, y que bueno que lo hice porque más adelante pude descubrir que él aunque no estaba de acuerdo con muchas cosas, respetaba la fe y creencias de los demás, empezando por su propia familia.
Cuando llegué a la parte del relato en el que la felicidad empieza a darle paso al dolor me conecté con los sentimientos del autor, y su familia. Perder a un ser querido es inefable, pero él lo pudo describir, fue ahí cuando los sentimientos dormidos despertaron y las palabras escritas empezaron a arrancarme lágrimas. Si algún lector interesado aún no se recupera de una pérdida puede que deba esperar un poco para adentrarse en estas páginas, o puede que tal vez si decide ir por ellas se sienta extrañamente acompañado. Así me sentí yo, comprendida y acompañada.
Dejando un poco de lado mis sentimientos personales, puedo decir que he aprendido un poco de historia de mi continente. Este libro me ha permitido conocer el horror que vivió Colombia durante la misma época que mi Perú sufría por el terrorismo, escenas inenarrables, pero que, como en este libro, han sido documentadas por muchas personas que vivieron en carne propia todas las injusticias que se desencadenaron durante ese tiempo. Sin duda Latinoamérica tiene muchísimo en común, no son sólo los andes o las cuencas fluviales lo que comparten, sino también una historia de dolor que nos marcó para siempre.
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